Desde el primer momento en que el infante toca el seno debe ser cuidado con cierta planificación. Esto es necesario para el correcto desarrollo del niño, y contribuirá esencialmente para preservar la salud de la madre, quien sentirá que está haciendo un buen trabajo y lo convertirá en un placer. Esto implica que la madre preste particular atención al cuidado de su propia salud, ya que la del hijo depende de la de ella. La leche materna saludable, alimenticia y de fácil digestión sólo puede ser procurada por una madre saludable; y por eso, una mujer con una salud o una dieta impropia, que se niegue a hacer ejercicio y que provea aire impuro, no podrá proporcionarle al niño fluidos saludables. Cualquier situación que perjudique la salud de la madre durante el período de lactancia tendrá un efecto en el niño.
Todo esto me hace observar un error común que consiste en pensar que, cuando una mujer está en período de lactancia, debe agregar a su dieta un poco de vino, cerveza negra o licor fermentado. El único resultado de este plan será causar un grado no natural de plenitud en el sistema, y expondrá a la mujer a una enfermedad, y perjudicará la secreción de leche, en vez de aumentarla. La mejor manera de proseguir es prestando atención a las leyes comunes de la salud. Una madre con una buena constitución podrá amamantar mejor que alguien que se desvíe tontamente por una decisión fundada en la ignorancia y el capricho.
El caso siguiente prueba la veracidad de lo antes expuesto:
Una mujer joven que había tenido su primer hijo abandonó su cuarto de descanso cuando se cumplió la tercera semana, gozando de una lactancia buena y una perfecta salud. Había tenido algunos problemas con sus pezones, pero los superó. Luego comenzó con el sistema de cerveza negra, y empezó a tomar entre un vaso y un vaso y medio de esta bebida a las cuatro de la mañana y a las ocho de la noche. Éste sistema se adoptó no porque ocurriera alguna deficiencia en la leche, sino más bien por un consejo de alguien cercano que decía que era usual y necesario, y que sin la ingestión de la cerveza, la leche y su fuerza bajarían.
Luego de seguir este sistema por algunos días, la madre empezó a sentir mareos, somnolencia, dolores de cabeza, sed y un poco de fiebre. La leche, por su parte bajó en cantidad y, por primera vez, el estómago y las vísceras del infante se empezaron a desordenar. Se le indicó a la madre que dejara de tomar la debida, se le prescribieron ciertos remedios; y de esta manera, todos los síntomas desaparecieron y volvió la salud. Ya que la madre se había acostumbrado (antes de tener el niño) a tomar uno o dos vasos de vino y un poco de cerveza ocasional, se le aconsejó que siguiera la misma dieta, pero con la adición de medio vaso de leche de cebada a la mañana y a la noche. Tanto la madre como el niño continuaron en excelente salud durante el periodo de lactancia, y el niño no tuvo que comer alimentos artificiales hasta el noveno mes, ya que la leche de la madre cubría todas sus necesidades alimenticias.
Nadie puede dudar que la cerveza fuera en este caso la fuente del problema. El paciente había entrado al cuarto de descanso gozando de perfecta salud, no había experimentado dificultades y había salido del cuarto con la misma fuerza con la que había entrado. Su constitución no había sufrido percances por llevar al niño y por amamantarlo. Tenía mucha leche para dar y estaba en plena forma para llevar a cabo la tarea maternal, sin la necesidad de ningún soporte o estimulante. Sus hábitos previos eran completamente distintos a los del plan adoptado; entonces su sistema se llenó demasiado, se produjeron enfermedades y el resultado fue totalmente distinto a lo que se esperaba.
El plan debe ser seguido por los primeros seis meses. Hasta que la leche se establezca completamente en el seno, lo que puede ocurrir entre el segundo o tercer día siguiente al parto, el infante debe ser alimentado con un poco de papilla, o con una mezcla de un tercio de agua y dos tercios de leche, endulzada con un poco de azúcar. Luego de que haya pasado este tiempo, el infante debe alimentarse sólo de la leche materna, y por la primera semana o 10 días, el apetito del infante debe ser la guía de la madre en cuanto a la frecuencia en que se ofrezca el seno. Al nacer, el estómago es débil y todavía no se ha acostumbrado a la comida; sus necesidades, entonces, son fácilmente satisfechas pero frecuentemente renovadas. Un intervalo, sin embargo, suficiente para digerir la pequeña hinchazón, es obtenido antes de que vuelva el apetito y se requiera de una nueva demanda de comida.
Luego de que pase esta semana (aunque con algunos infantes puede hacerse desde el principio) es necesario alimentar al niño en intervalos regulares de tres o cuatro horas, durante el día y durante la noche. Esto le permite al estómago digerir cada comida y tiende a poner en orden las vísceras del niño. Tal regularidad calmará al niño y prevendrá que llore, algo que se puede lograr sólo ofreciéndole el seno. Una madre joven frecuentemente comete este error en particular, considerando cualquier expresión de incomodidad como una indicación de apetito, y cada vez que el infante llora se le ofrece el seno, aunque no hayan pasado 10 minutos desde la última comida. Esta es una práctica peligrosa, ya que, dándole demasiado alimento al estómago, la comida queda sin digerir y las vísceras del niño quedan desorientadas. Prontamente, el infante se vuelve afiebrado y le es difícil descansar y, eventualmente, puede llegar a morirse. Sin embargo, siguiendo las reglas anteriores, el infante puede llegar a ser saludable y vigoroso.
Por la misma razón, el infante que duerme con sus padres no debe tener el pezón en su boca durante la noche. Si se amamanta como se sugirió, verá cómo se levanta por sí mismo con gran regularidad a las horas en que se acerca la comida. En cuanto a la lactancia nocturna, sugiero darle la última comida al niño a las 10 de la noche y no darle la siguiente hasta las cinco de la mañana del otro día. Muchas madres han seguido este consejo, con grandes ventajas para su propia salud, y sin causarle ningún daño al niño. Prontamente se volverá un hábito, aunque para inducirlo deberá hacerse temprano.
El plan explicado, sin ningún tipo de variación, debe llevarse a cabo hasta el sexto mes. Luego del sexto mes, si la madre tiene una buena reserva de leche, y su niño se ve saludable, no se debe hacer ningún cambio en su dieta. Sin embargo, también se puede alimentar al niño dos veces al día y debe probarse que la comida dada le haga bien.
¿si tengo fiebre puedo amamantar a mi hijo?
Que ocurre si mi prima que tiene un niño de 2 años amamanta a mi bebe de 5 meses y medio? ¿la leche es de la misma calidad a pesar que su hijo tenga esa edad?