La importancia del sueño de los niños durante la niñez

Hasta el tercer o cuarto año al niño debería serle permitido dormir por una hora antes de la cena. Luego de este período se puede discontinuar el hábito, pero luego se debe retomar, ya que durante la niñez se requiere más sueño que durante la edad adulta. El niño debería ser llevado a reposar toda las tardes un par de horas y, si goza de buena salud, dormirá profundamente hasta la mañana siguiente. No hay una regla definitiva acerca de la cantidad de horas que debe permitírsele dormir, ya que algunos requerirán más que otros. La regularidad sobre las horas en que se realice el descanso es el punto principal al que se le debe prestar atención, y no se debe permitir que nada interfiera con esto, dejando al niño dormir sin molestias, hasta que despierte por sus propios medios.

La cantidad de sueño necesaria para preservar la salud varía de acuerdo al estado del cuerpo de cada del individuo. Los infantes pasan una gran porción de su vida durmiendo. Los niños duermen de 12 a 14 horas. Los niños escolares generalmente duermen 10. Los jóvenes duermen una tercera parte del día. Y ya en una edad avanzada mucho no se pasan más de 4, 5 o seis horas durmiendo. Es cruel que una madre sacrifique la salud de su hijo para satisfacer su propia vanidad, y sin embargo esto sucede frecuentemente en referencia al sueño. Digamos que se realiza una fiesta y el niño permanece despierto varias horas más allá del horario permitido. Así se obvia su porción usual de sueño y se obtiene muy poco descanso, levantándose al otro día exhausto.

Una vez que esté despierto, no debería permitírsele quedarse en la cama, sino que habría que alentarlo a que se levante inmediatamente. Esto sirve para poder inculcar el hábito de un despertar temprano, que previene muchos males serios que los padres no toman en cuenta. Además promueve tanto la salud mental como corporal, y de todos los hábitos se dice que es el que más conduce a la longevidad. Nunca se debería despertar a un niño bruscamente de su sueño. Esto excita al cerebro, aumenta el latido del corazón, evita que llore y, si se repite, puede resultar en serias consecuencias. El cambio del sueño a la vigilia debería ser gradual.

La cama en donde el niño reposa debería ser un colchón. A esta edad una cama de plumas puede traerle daños al niño ya que su cuerpo, al hundirse en la cama, se encuentra sepultado en plumas y el grado no natural de calor generado puede producir relajación y debilitación del sistema, particularmente de la piel y puede volver al niño inusualmente susceptible a las impresiones del frío. Por eso, en vez de hacer la cama luego de que quede vacía, y mientras que todavía está saturada por las exhalaciones nocturnas del cuerpo, las ropas de cama deberían ser tendidas sobre las sillas y el colchón debería ser sacudido con las ventanas abiertas por varias horas, para que el departamento se ventile. También es un requisito indispensable no permitir que el niño duerma con personas en mala salud o que puedan generar un riesgo a su vida. Si es posible, deje que duerma sólo.